19-11-2007 12:37:54
La aparición de Raúl en el fútbol de elite (29 de octubre de 1994) cuando su cuerpo aún no estaba formado para la alta competición le ocasionó un contratiempo. Temporada tras temporada, a pleno rendimiento en el Real Madrid y en la selección española, no encontró un amplio hueco para moldear los músculos. Nunca dio la espalda a la competición aunque no estuviese en las mejores condiciones físicas. Tenía que parar y descansar, pero él hacía oídos sordos. Hasta que sufrió una grave lesión de rodilla a finales del 2005, con un parón de seis meses.
Este periodo le sirvió para pasar por el «taller» con el objetivo de adaptar su machacado cuerpo cargado de kilómetros y golpes al paso de la edad y a las nuevas necesidades. De la mano de su fisioterapeuta y amigo personal, Pedro Chueca, y apoyado por toda la estructura médica del Real Madrid inició un viaje por el camino de la ciencia en búsqueda de la pócima mágica de la eterna juventud.
Se metió en el gimnasio, cogió volumen en las piernas, fortaleció los cuádriceps, aumentó ligeramente el tren superior... «Ahora las piernas que tengo no parecen mías. Las he potenciado tanto que ni yo mismo creo que sean mías», precisó en una entrevista a ABC después de la lesión.
Búsqueda de la eterna juventud
Se cuida al milímetro, hasta el punto de convertirse en un obseso de la comida, de las horas de descanso en mitad del día, del sueño, de su estado físico en definitiva. Mente, cuerpo y espíritu. Aumentó las horas en la camilla en manos de los fisioterapeutas, se ejercitó en la nieve, comprobó los beneficios con agua a punto de congelarse... Se entregó a la ciencia más vanguardista para encontrar una fórmula que le permitiese combinar su edad (en el tramo de los treinta) con la alta competición. En su búsqueda de la excelencia, de la eterna juventud, sin rebasar los límites de la legalidad, pisó los terrenos de la física. El último grito era las cámaras de hipoxia. La vida figurada en altura. Como los ciclistas. Primero con una simple mascarilla, luego con las tiendas transportables y así hasta el último grito, una habitación blindada.
Muchos aficionados y profesionales se preguntan cómo es posible que en las dos últimas temporadas Raúl engulla tantos kilómetros sin parar a repostar.
No estamos hablando de una aplicación nueva en el ámbito del deporte. El empleo de la altitud como herramienta de entrenamiento arrancó en los años sesenta. Se comprobó que en altura el rendimiento físico era mucho mayor, pero que de modo natural sólo se podía hacer en determinados puntos y en cortos espacios de tiempo, con el correspondiente periodo de adaptación. En realidad fue tras los Juegos Olímpicos de México 1964, en los que se «empeoró» en la mayoría de las especialidades por efecto de la altura (México DF está a 2.300 metros), aunque algunas mejoraron -como el famoso récord de Beamon en salto de longitud-.
Vivir arriba y entrenarse abajo
Lo curioso fue que luego, al volver al nivel del mar, muchos atletas mejoraron sus marcas. Ahí empieza la historia. Desde entonces se ha trabajado mucho en encontrar fórmulas más «aplicables» y sencillas y tomó gran popularidad la técnica denominada LHTL («living high training low», vivir arriba y entrenarse abajo), ya que entrenarse en altura exige muchos ajustes de las cargas de trabajo que son realmente complejos. En este grupo se incluye la hipoxia normobárica domiciliaria, que son los apartamentos que utilizan dilución de nitrógeno o las tiendas que empobrecen de oxígeno el aire.
Conocidas las ventajas lo idóneo era encontrar una fórmula que permitiese combinar las ventajas de la altitud con el trabajo en el hábitat natural del deportista.
En la montaña, ambientes en los que hay menos disponibilidad de oxígeno en el aire, el cuerpo pone en funcionamientos varios mecanismos que potencian el rendimiento aeróbico. Para las especialidades de resistencia, como pueden ser el ciclismo, el atletismo o el fútbol, eleva el hematocrito y la concentración de hemoglobina aporta ventajas inmediatas, además de otras añadidas no relacionadas con los cambios hematológicos. En definitiva, se optimizaba el entrenamiento y se mejoraba en rendimiento físico.
¿Y cómo se podía crear ese escenario artificial? Muchos fueron los estudios y al final triunfó la fórmula de las cámaras y de las tiendas portátiles, modelos que han sido mejorados hasta lograr aislar y blindar una habitación completa sin la necesidad de los molestos plásticos. Una técnica muy lograda por la empresa especializada Colorado Altitude Training (en su página web se pueden encontrar varios modelos, desde los más sencillos o lo más sofisticados).
La hoja de ruta es sencilla. Lo ideal era descansar en altura y entrenarse en el hábitat cotidiano. Primero había que crear ese espacio ficticio -simular una estancia como si se estuviese a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar- y permanecer entre seis y ocho horas para que el organismo se vaya adaptando a las nuevas condiciones.
Nunca a más de 3.000 metros
En esa situación el cuerpo nota que hay menos concentración de oxígeno, motivada por una mezcla de nitrógeno artificial, y se estimula la multiplicación de glóbulos rojos. Se mejora la capacidad de transmitir oxígeno a los músculos, se retrasa la aparición de la fatiga y se optimiza la capacidad de recuperación en el deportista. No eleva la hemoglobina a límites preo-cupantes para la salud y mantiene el estímulo del cuerpo en los momentos físicos más delicados.
En la montaña el porcentaje de oxígeno en el aire es siempre el mismo pese a que aumente la altitud. Es del 21 por ciento y la sensación de ahogo que aparece en el deportista es debido a la menor presión.
Efectos secundario en el sueño
Simplemente consiste en empobrecer el aire que se respira durante el sueño, evitando el aumento de la presión y rebajando dicho porcentaje. Existen unas tablas para ajustar dicho porcentaje en función de la altitud que deseemos simular. Lo aconsejable para un futbolista sería no rebasar la frontera del dieciséis por ciento ni tampoco la de los 3.000 metros de altitud. Y siempre bajo el control de un médico deportivo especialista.
Este tipo de tratamientos puede ocasionar efectos secundarios. Sobre todo en lo que se refiere a la alteración del sueño. Pero pueden ser controlados y revertidos, por lo que no es peligroso para la salud. Esta es la razón principal por la que la AMA (Agencia Mundial Antidopaje) no acabó prohibiéndolos hace un par de años, ya que a ellos les preocupaba que los deportistas que usaban sustancias dopantes y peligrosas como la EPO utilizaran también estos métodos para «justificar» sus mejoras y «enmascarar» el uso fraudulento de sustancias.
Esta técnica no es nueva en el mundo del fútbol. El técnico serbio Radomir Antic, cuando dirigió al Atlético de Madrid en la etapa gloriosa del doblete, aprovechaba los descansos de los partidos para oxigenar a los jugadores con un método rudimentario (una bombona y una mascarilla). Sin embargo la fórmula de las cámaras es más compleja para su aplicación diaria.
Complicado para los clubes
Los grandes gurús de estas materias han intentando implantar los modelos más modernos en los clubes, pero han encontrado muchas trabas. Hace un tiempo el propio Real Madrid sopesó esta posibilidad, pero la descartó porque es costosísima y no la sacaría rendimiento por la complejidad de las agendas (muchos viajes) y porque los jugadores apenas pasan tres horas diarias en los centros de entrenamiento.
La aparición de Raúl en el fútbol de elite (29 de octubre de 1994) cuando su cuerpo aún no estaba formado para la alta competición le ocasionó un contratiempo. Temporada tras temporada, a pleno rendimiento en el Real Madrid y en la selección española, no encontró un amplio hueco para moldear los músculos. Nunca dio la espalda a la competición aunque no estuviese en las mejores condiciones físicas. Tenía que parar y descansar, pero él hacía oídos sordos. Hasta que sufrió una grave lesión de rodilla a finales del 2005, con un parón de seis meses.
Este periodo le sirvió para pasar por el «taller» con el objetivo de adaptar su machacado cuerpo cargado de kilómetros y golpes al paso de la edad y a las nuevas necesidades. De la mano de su fisioterapeuta y amigo personal, Pedro Chueca, y apoyado por toda la estructura médica del Real Madrid inició un viaje por el camino de la ciencia en búsqueda de la pócima mágica de la eterna juventud.
Se metió en el gimnasio, cogió volumen en las piernas, fortaleció los cuádriceps, aumentó ligeramente el tren superior... «Ahora las piernas que tengo no parecen mías. Las he potenciado tanto que ni yo mismo creo que sean mías», precisó en una entrevista a ABC después de la lesión.
Búsqueda de la eterna juventud
Se cuida al milímetro, hasta el punto de convertirse en un obseso de la comida, de las horas de descanso en mitad del día, del sueño, de su estado físico en definitiva. Mente, cuerpo y espíritu. Aumentó las horas en la camilla en manos de los fisioterapeutas, se ejercitó en la nieve, comprobó los beneficios con agua a punto de congelarse... Se entregó a la ciencia más vanguardista para encontrar una fórmula que le permitiese combinar su edad (en el tramo de los treinta) con la alta competición. En su búsqueda de la excelencia, de la eterna juventud, sin rebasar los límites de la legalidad, pisó los terrenos de la física. El último grito era las cámaras de hipoxia. La vida figurada en altura. Como los ciclistas. Primero con una simple mascarilla, luego con las tiendas transportables y así hasta el último grito, una habitación blindada.
Muchos aficionados y profesionales se preguntan cómo es posible que en las dos últimas temporadas Raúl engulla tantos kilómetros sin parar a repostar.
No estamos hablando de una aplicación nueva en el ámbito del deporte. El empleo de la altitud como herramienta de entrenamiento arrancó en los años sesenta. Se comprobó que en altura el rendimiento físico era mucho mayor, pero que de modo natural sólo se podía hacer en determinados puntos y en cortos espacios de tiempo, con el correspondiente periodo de adaptación. En realidad fue tras los Juegos Olímpicos de México 1964, en los que se «empeoró» en la mayoría de las especialidades por efecto de la altura (México DF está a 2.300 metros), aunque algunas mejoraron -como el famoso récord de Beamon en salto de longitud-.
Vivir arriba y entrenarse abajo
Lo curioso fue que luego, al volver al nivel del mar, muchos atletas mejoraron sus marcas. Ahí empieza la historia. Desde entonces se ha trabajado mucho en encontrar fórmulas más «aplicables» y sencillas y tomó gran popularidad la técnica denominada LHTL («living high training low», vivir arriba y entrenarse abajo), ya que entrenarse en altura exige muchos ajustes de las cargas de trabajo que son realmente complejos. En este grupo se incluye la hipoxia normobárica domiciliaria, que son los apartamentos que utilizan dilución de nitrógeno o las tiendas que empobrecen de oxígeno el aire.
Conocidas las ventajas lo idóneo era encontrar una fórmula que permitiese combinar las ventajas de la altitud con el trabajo en el hábitat natural del deportista.
En la montaña, ambientes en los que hay menos disponibilidad de oxígeno en el aire, el cuerpo pone en funcionamientos varios mecanismos que potencian el rendimiento aeróbico. Para las especialidades de resistencia, como pueden ser el ciclismo, el atletismo o el fútbol, eleva el hematocrito y la concentración de hemoglobina aporta ventajas inmediatas, además de otras añadidas no relacionadas con los cambios hematológicos. En definitiva, se optimizaba el entrenamiento y se mejoraba en rendimiento físico.
¿Y cómo se podía crear ese escenario artificial? Muchos fueron los estudios y al final triunfó la fórmula de las cámaras y de las tiendas portátiles, modelos que han sido mejorados hasta lograr aislar y blindar una habitación completa sin la necesidad de los molestos plásticos. Una técnica muy lograda por la empresa especializada Colorado Altitude Training (en su página web se pueden encontrar varios modelos, desde los más sencillos o lo más sofisticados).
La hoja de ruta es sencilla. Lo ideal era descansar en altura y entrenarse en el hábitat cotidiano. Primero había que crear ese espacio ficticio -simular una estancia como si se estuviese a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar- y permanecer entre seis y ocho horas para que el organismo se vaya adaptando a las nuevas condiciones.
Nunca a más de 3.000 metros
En esa situación el cuerpo nota que hay menos concentración de oxígeno, motivada por una mezcla de nitrógeno artificial, y se estimula la multiplicación de glóbulos rojos. Se mejora la capacidad de transmitir oxígeno a los músculos, se retrasa la aparición de la fatiga y se optimiza la capacidad de recuperación en el deportista. No eleva la hemoglobina a límites preo-cupantes para la salud y mantiene el estímulo del cuerpo en los momentos físicos más delicados.
En la montaña el porcentaje de oxígeno en el aire es siempre el mismo pese a que aumente la altitud. Es del 21 por ciento y la sensación de ahogo que aparece en el deportista es debido a la menor presión.
Efectos secundario en el sueño
Simplemente consiste en empobrecer el aire que se respira durante el sueño, evitando el aumento de la presión y rebajando dicho porcentaje. Existen unas tablas para ajustar dicho porcentaje en función de la altitud que deseemos simular. Lo aconsejable para un futbolista sería no rebasar la frontera del dieciséis por ciento ni tampoco la de los 3.000 metros de altitud. Y siempre bajo el control de un médico deportivo especialista.
Este tipo de tratamientos puede ocasionar efectos secundarios. Sobre todo en lo que se refiere a la alteración del sueño. Pero pueden ser controlados y revertidos, por lo que no es peligroso para la salud. Esta es la razón principal por la que la AMA (Agencia Mundial Antidopaje) no acabó prohibiéndolos hace un par de años, ya que a ellos les preocupaba que los deportistas que usaban sustancias dopantes y peligrosas como la EPO utilizaran también estos métodos para «justificar» sus mejoras y «enmascarar» el uso fraudulento de sustancias.
Esta técnica no es nueva en el mundo del fútbol. El técnico serbio Radomir Antic, cuando dirigió al Atlético de Madrid en la etapa gloriosa del doblete, aprovechaba los descansos de los partidos para oxigenar a los jugadores con un método rudimentario (una bombona y una mascarilla). Sin embargo la fórmula de las cámaras es más compleja para su aplicación diaria.
Complicado para los clubes
Los grandes gurús de estas materias han intentando implantar los modelos más modernos en los clubes, pero han encontrado muchas trabas. Hace un tiempo el propio Real Madrid sopesó esta posibilidad, pero la descartó porque es costosísima y no la sacaría rendimiento por la complejidad de las agendas (muchos viajes) y porque los jugadores apenas pasan tres horas diarias en los centros de entrenamiento.